domingo, 13 de mayo de 2012

La obsesión con Twitter

 
 

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via Rodolfo Soriano Núñez by Rodolfo Soriano-Núñez on 5/12/12

Luego del debate más bien mediocre del domingo próximo-pasado, la vida pública en México se sumió en uno de esos momentos que demuestran qué tan inmadura es nuestra democracia. El debate, por ejemplo, a diferencia de lo que ocurre en otras sociedades democráticas, exhibió, a un tiempo, lo acartonado y superficial de nuestra vida pública.

Acartonado, porque los problemas de fondo no se supieron abordar con el tiempo y el cuidado necesarios. Superficial, porque además del gasto, más bien desperdicio, de más de 4 millones de pesos, la presencia de la playmate Julia Orayén dejó ver el desdén con el que opera la estructura del Instituto Federal Electoral. El IFE, lejos de reconocer la gravedad de la misión que enfrenta, insiste en actuar como si no pudiera darse cuenta del daño que le hace a la frágil democracia mexicana. Pero no sólo el IFE.

Los partidos políticos también demuestran acartonamiento y superficialidad. El mejor lugar para observar esta realidad son las redes sociales, que son un espejo muy distorsionado de lo que ocurre en México.

Antes de entrar al detalle del análisis sobre la manera en que las redes reflejan el acartonamiento y la superficialidad de los partidos políticos, es importante tener en cuenta que—de acuerdo con la información disponible en el estudio de AMIPCI 2011—sólo 29 por ciento de los hogares en México tienen al menos una computadora. Un 21 por ciento de los hogares tiene acceso a Internet, lo que representa poco más de 31 millones de personas.

Los usuarios de Internet tienden a ser, en su mayoría, varones; viven en urbes de más de 100 mil personas; son muy jóvenes, un buen número son menores de edad. Muchos de ellos son miembros de familias con ingresos medios o altos y un buen número de ellos viven en el Distrito Federal o en el Estado de México. Estos son números que hablan de una realidad muy distinta a la del resto del país (véase, sobre todo, la página 7).

Otro dato muy importante es que el interés por la política es marcadamente superior, del doble, entre los usuarios de redes sociales (16 por ciento) respecto del resto de la población (8 por ciento).

Es por ello que resulta más sorprendente el que los tres principales partidos políticos dediquen tanto tiempo, dinero y esfuerzos a la tarea de "colonizar", de dominar, la Internet, las redes sociales y, de manera más específica, Twitter. Es importante tener en mente que esta semana estuvo marcada por la difusión, inmediatamente después del debate, de un vídeo en el que se podían observar, con alguna dificultad, aspectos del trabajo que realiza una de las llamadas "granjas" de redes sociales.

En el vídeo es posible escuchar a una persona que da instrucciones a otras acerca de combatir un par de Hashtags en lo que se criticaba al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. El vídeo es de poco más de un minuto de duración y no permite saber más sobre quienes están en el salón, mucho menos si son voluntarios, como el PRI dijo, o si—como muchos suponemos—se trata de trabajadores o ciber-acarreados que operan cuentas en las redes sociales que permiten generar "presencia"; ganar los "Temas del Momento", los llamados Trending Topics y, de manera más general, dar la impresión, muy al estilo del viejo PRI, el PRI de los sesenta o setenta, de unanimidad.

El vídeo vino a confirmar las sospechas que muchos tenían acerca de la estrategia de redes sociales del PRI en Twitter, pues abundan entre las cuentas que apoyan a Peña Nieto las que sólo publicaban información o ideas favorables a Peña Nieto, que carecen en algunos casos de fotografías o que usan fotografías de modelos profesionales tomadas de otros sitios de Internet, por lo que no correspondían a usuarios reales.

Los problemas son varios. Primero, hay un abismo profundo entre el perfil de quien podría votar por Enrique Peña y el perfil de los usuarios de Internet y, de manera más específica, de redes sociales en México. Este abismo deja ver la intención del PRI de manipular, de mentir, acerca de su capacidad para comunicarse con la sociedad. Es una comunicación vaciada de sentido, que sólo repite y repite consignas, ideas a modo, caprichos y que lleva a muchos a preguntarse qué más estará dispuesto a hacer el PRI con tal de crear esa falsa unanimidad.

Los usuarios de redes sociales, con razón, se sienten engañados y—dada su escolaridad, ingreso y preferencias políticas—no dudan en advertir acerca del riesgo de permitir que el PRI actúe así.

A todo esto, hay que agregar las tensiones entre los viejos y los nuevos medios que apenas empiezan a manifestarse en México. Los conflictos entre viejos y nuevos medios no son nuevos, pero son más graves en México porque los viejos medios comerciales dependen mucho más de los recursos públicos que les transfieren los gobiernos municipales, estatales y federal. Véase también el trabajo de la ONG Article 19.

Es una situación sumamente desfavorable, que se agrava por la manera patrimonialista en que las oficinas de Comunicación Social asignan los recursos a su alcance, así como por la brutal concentración del ingreso que hace muy difícil que las pequeñas y medianas empresas inviertan recursos en publicidad. Y esto no es sólo una cuestión de percepciones.

Como comenté en este espacio hace dos semanas, hay proyectos de análisis de lo que ocurre en las redes sociales en México, específicamente el sitio Monitoreo Electoral en México, que han evidenciado que la presencia del PRI y del PAN en las redes sociales no corresponde a la actividad de usuarios reales, de carne y hueso, sino más bien a la operación de las granjas de redes sociales como la que dio a conocer en el vídeo al que me referí originalmente.

La soberbia de los partidos políticos en México ha terminado por generar "guerras de Trending Topics" que se han resuelto a partir de tres lógicas. En el caso del PRI, se ha recurrido al uso de los llamados BOTS, que son programas que generan usuarios falsos y al uso de las llamadas "granjas", así como a una presencia muy activa de algunos de sus líderes regionales.

Del lado del PAN, se ha recurrido también a los BOTS y a la coordinación de los miembros y simpatizantes de ese partido con cuenta de Twitter. La estrategia de BOTS, un intento para emparejar a Peña Nieto en número de seguidores en su cuenta de Twitter, fue operada de manera tan burda que quedó exhibida y fracasó.

La debilidad de los equipos de redes sociales de Vázquez Mota es sólo uno de los problemas de la candidata del PAN, especialmente en la lucha por el llamado "post-debate" que incluyó su participación en el programa Tercer Grado del monopolio de medios Televisa, en la que lejos de desmarcarse del gobierno de Felipe Calderón, se asumió plenamente como su heredera e incluso lamentó no poder contar con su presencia en actos de campaña.

La decisión de asumirse como heredera del legado del gobierno en turno coincidió con el estreno de Vázquez Mota como tercer lugar en las preferencias electorales en la encuesta diaria, el daily poll, que Investigaciones Sociales Aplicadas elabora para el diario Milenio, posición en la que se mantenía incluso hoy domingo.

La situación de Josefina Vázquez Mota es tan difícil ahora, que las voces que hablan de su reemplazo como candidata se reproducen como ecos en una barranca. El problema en este punto es, ¿quién podría entrarle? ¿Haría el PAN candidato a Ernesto Cordero? ¿Cómo se le recibiría en esa nueva función luego de sus lamentables declaraciones sobre la manera en que algunas familias sobreviven con 6 mil pesos al mes? ¿Subirían a la contienda a Margarita Zavala? ¿Sacarían de su retiro a Diego Fernández de Ceballos?

El problema no es la exsecretaria de Desarrollo Social, sino el fardo pesado, insostenible de los 60 mil muertos de la guerra contra el narcotráfico que no genera resultados y, sobre todo, el pésimo desempeño de la economía que no genera empleos y que, más bien, expulsa a cientos de miles de personas a la economía informal. Sólo en los últimos doce meses, informó ayer el INEGI, se sumaron a la economía informal 763 mil personas.

Con ese tipo de números, no es posible imaginar que algún partido gobernante pueda ganar y los panistas tendrían que reconocer que Josefina no es capaz de realizar milagros. La propia Josefina tendría que reconocer que insistir en hacer suyo el legado del actual gobierno es un arma de dos filos que, hasta el momento, la tiene en una situación muy difícil.

Pero no sólo el PAN y el PRI cometen errores. La izquierda también. Aunque no se han documentado casos de BOTS o de granjas, Andrés Manuel López Obrador es, como comenté hace dos semanas en este espacio, el rey del Twitter en México.

Y es un hecho, la izquierda, específicamente la izquierda del Distrito Federal domina a placer las redes sociales. No necesitan de granjas para inflar hashtags que disputen la cumbre de los Trending Topics, porque de manera natural tienen una mayoría de usuarios que se identifican con los puntos de vista de López Obrador y de Miguel Mancera.

Sin embargo, algo que la izquierda del DF no ha logrado entender desde el año pasado, cuando Eruviel Ávila arrasó en la elección del Estado de México, es que la realidad del DF es sumamente diferente a la del resto del país, incluso a la de los municipios mexiquenses connurbados a la Zona Metropolitana de la ciudad de México.

Creo que esa es una de las razones por las que, por ejemplo, desacreditan las encuestas de las principales encuestadoras de México, que reflejan una realidad tan diferente a la que ellos viven. No entienden, por ejemplo, por qué puede haber gente que haya decidido su voto a favor del PRI.

Lo más grave en el caso de la izquierda es que demuestran serios problemas para entender cuáles son los efectos de algunas de las dinámicas de insulto, de agresión, algunos podrían decir incluso que de bullying, ahora que el término está de moda, contra todo lo que no se alinee con el ideal que la mayoría tuitera de izquierda define como lo políticamente correcto para México.

Esto quedó de manifiesto en las reacciones inmediatamente posteriores al lamentable episodio que protagonizaron Enrique Peña Nieto y un grupo de personas en la Universidad Iberoamericana. La protesta no fue espontánea. Lejos de ello, se preparó como una serie de actividades para expresar rechazo al candidato del PRI. Más que argumentar contra las propuestas o dichos de Peña, lo que se impuso fue una dinámica de insultos contra el candidato del PRI, contra sus colaboradores más cercanos y a favor de quienes encabezaron la protesta anti-Peña en la Iberoamericana.

A esta dinámica de insultos se sumaron, casi de inmediato, los tuiteros panistas que, aunque enfrentados a la izquierda de Twitter cuando Felipe Calderón ha sido el blanco de los insultos de la izquierda, en este caso se sumaron gozosos a los insultos contra Peña pues veían en ello la oportunidad "para bajar al puntero".

Es difícil saber qué pasará de aquí en adelante. Quedan, más bien, una serie de preguntas pendientes de resolver ¿cuál es el límite, por ejemplo, de esta lógica de acoso de la izquierda tuitera? ¿Advierten que lejos de ser congruente con la idea de la "república amorosa", más bien la desacredita?

Pero las pregunta no son sólo para la izquierda, ¿Le costaría mucho al PRI reconocer que perdió Twitter y dejar de usar granjas de redes sociales y BOTS, para generar la falsa impresión de unanimidad que tanto gusta a sus dirigentes? ¿Se dan cuenta del daño que causa esa obsesión con la unanimidad y la manera en que se interpreta como una provocación?

¿Los panistas llegarán a reconocer en algún momento que hace casi doce años ejercen el poder y que en muchas cosas han sido incapaces de hacer lo que se esperaba de ellos? ¿Dejarán de culpar al PRI de sus desventuras? ¿Aprenderán a admitir sus errores y a aprovechar las cerca de 7 semanas de campaña que todavía quedan?

¿La izquierda reconocerá que Twitter no es México? ¿Reconocerá que más que empecinarse en demostrar qué tanto odian a Enrique Peña o a Felipe Calderón deberían estar preocupados, por ejemplo, por contar con suficientes representantes para las poco más de 120 mil casillas que se instalarán este año? Algo que, por cierto, en 2006 no lograron.

Lo que queda claro es que la política en México está lejos de ser todo lo madura que las circunstancias exigen y nos perdemos, tristemente, en escándalos que no abonan a la solución de los problemas del país.

 
 

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